Alguna vez escuché una frase que decía “ni picha, ni cacha, ni deja batear” y es que no creo poder encontrar un dicho que describa mejor el fenómeno relacional del que me gustaría platicarles hoy.

Hace unos años me encontré en una situación en la que salía con una persona con quien teníamos una relación ideal y había mucho amor, pero no había un compuesto importante que es el compromiso. O sea que esta persona quería tener toda la parte atractiva de una relación, pero no comprometerse por completo. Me daba la sensación como si tuviera un pie adentro y un pie afuera de la relación, y me hacía preguntarme “¿qué demonios hago yo en esta situación?”. Hoy en día viéndolo en retrospectiva puedo entender que la solución era una sola y era simple, sin embargo estas situaciones son confusas porque por un lado dos personas no quieren lo mismo, pero por el otro lado la relación tiene casi todo lo que a una de ellas le gusta. 

Las últimas semanas me he topado con varias y varios pacientes que atraviesan una situación muy similar, ya sea que son las personas que quieren todo el compromiso o quienes solo quieren una parte de la relación, pero no terminan de entregarse por completo.

Probablemente las razones por las que esto se da son diversas y aún así podría casi asegurar que están basadas en el miedo. Intentar entender el por qué una persona no quiere lo mismo que nosotras o nosotros, en lo personal, me parece una pérdida de tiempo y energía mental. 

Lo que sí sé es lo siguiente, cuando nos hemos percatado que nuestros objetivos y deseos para la relación no son los mismos es importante tomar en cuenta estos dos puntos:

  1. Si tú eres la persona que desea tener toda la relación y la otra persona no la quiere, recuerda: NO PUEDES CAMBIAR A NADIE. No intentes convencer o intentes dar más de lo que en un principio no se está valorando. Si deseas quedarte en esta situación esperando a que cambie, debes tomar en cuenta que es un volado y probablemente no salgas triunfante. 
  2. Si eres tú quien no quiere tener la relación completa, respeta la decisión y el corazón de la otra persona. Es importante que hables con claridad lo que deseas aunque esto signifique que probablemente termines perdiendo la parte de lo que si te gusta de la relación. 

Algo sumamente importante es que ya seas tú o tu pareja quien no quiera entrar por completo en la relación, por favor cierra bien esa puerta. Por lo general, la persona que no quiere el compromiso es a quien le cuesta más trabajo realmente retirarse de la situación, porque es él o ella quien está recibiendo lo que desea (la relación sin el compromiso). Así que sin importar si eres tú quien no está recibiendo lo que desea o si eres tú quien no puede dar lo que tu pareja desea, por favor, no te quedes por conveniencia. 

Me atrevo a decir que quedarse puede ser incluso un abuso cuando tú estás recibiendo lo que deseas a la par que únicamente alimentas a la otra persona con falsas esperanzas de que “algún día..” querrás lo mismo que él o ella. De ser así te propongo lo siguiente, suelta a la otra persona y no te quedes a media puerta. En caso de algún día querer lo mismo, vuélvele a buscar. Por supuesto que en la espera está el peligro, pero quedarse a media puerta, con un pie dentro y otro fuera, es un acto egoísta. 

Queda claro que en un equipo de baseball, quien no picha, ni cacha, ni deja batear, únicamente estorba. 

Las rupturas duelen, ya sea por relaciones súper largas o por relaciones que no tuvieron un título, sin importar si fuiste tú quien decidió terminar o si fue tu ex pareja, de igual manera duelen. Para casos de rupturas amorosas, te recomiendo los episodios de mi podcast “El proceso después de cortar”, “Tips para superar a tu ex” y “Desintoxicate de tu ex”.

Si te interesan estos temas, puedes encontrarme en Instagram como @eva_latapi y escuchar mi podcast en el que todos los miércoles tengo un nuevo episodio en Apple Podcast, Youtube o Spotify. De todos modos, nos leemos la próxima semana en un nuevo artículo, aquí en el blog.

Recuerdo a la primera pareja con la que trabajé. Entraron a mi consultorio un sábado a las nueve de la mañana, ambos rondaban los cincuenta años de edad y ella era un poco mayor que él. Tenían dos hijas adolescentes y él llevaba más de tres años limpio después de haber combatido una adicción terrible a la heroína. 

El motivo de la consulta fue uno de los más comunes, problemas de comunicación. Al explicarles cómo funcionaba la terapia, les comenté que yo les daría herramientas para que trabajaran en casa y utilicé, como lo hago constantemente, la analogía del ejercicio y la disciplina pero en la relación amorosa. La reacción de él me dejó atónita, llevó la cabeza al cielo y me dijo que estaba cansado y que él ya no quería trabajar más, que la razón por la que venían a terapia era porque esperaban que yo solucionara el matrimonio porque ellos ya lo habían intentado. Aquel día no pude entender cómo una pareja que venía a terapia no estaba dispuesta a trabajar en la relación, pero con los años trabajando con más pacientes me ha quedado muy claro una cosa: no nos enseñan que una relación se trabaja. 

Muchas personas creen que tener una relación exitosa es una casualidad y que aquellas personas que las tienen han sido muy afortunadas. Incluso creen que el problema está en su pareja actual y que seguramente “allá afuera” debe de estar su alma gemela, esa persona con la que una relación sí podría funcionar sin mayor esfuerzo. Pero todo esto no es verdad. Formamos parte de la generación de las múltiples opciones, donde tenemos al alcance de nuestras manos un sin fin de posibles parejas con el simple deslizar de un dedo. Creemos que si la relación no funciona es porque no hicimos el Match correcto y que la persona ideal sigue “allá afuera”. Olvidamos que no hay una solución mágica y que las cosas que valen la pena, conllevan trabajo, disciplina y sobre todo decisión. Pensamos que por estar en una pareja tenemos “derechos” y que de no recibirlos podemos exigirlos o reclamarlos. 

Me topo constantemente con parejas con estos bloqueos dentro de su relación. Creen ser la excepción porque en su relación las cosas no terminaron con un “felices para siempre” como lo prometían las películas. La realidad es que el éxito de una relación no es un guión que se escribe y entonces sucede a la perfección, o un código que se descifra y entonces se logra acceder a la felicidad. El éxito en una relación es un trabajo diario en conjunto y comienza por una decisión personal. Debemos decidir esforzarnos y saber que por más pequeña que sea la decisión, eventualmente marca la diferencia. Es verdad que si hoy decides no despedirte de tu pareja con un beso a la hora de dormir no pasa nada, como tampoco pasa nada si después de treinta años de no hacerlo decides hacerlo por un día, pero la suma de estas decisiones harán toda la diferencia. Si tú tomas la decisión de besar a tu pareja antes de dormir todas las noches, estás fortaleciendo la relación. De la misma forma que si decides no preguntarle todos los días a tu pareja – ¿cómo estás?–, eventualmente la relación se debilitará.

Te invito que hagas consciencia de las decisiones que estás tomando en tu relación. ¿Tus decisiones se alinean a la relación que te gustaría tener? o ¿acaso estás esperando que por casualidades del destino tu relación se fortalezca y conectes de manera profunda con tu pareja?

Como lo he mencionado antes, es común que al inicio las relaciones se desenvuelvan con mayor facilidad por estar en la etapa del enamoramiento, sin embargo, una vez que este proceso químico se termina es fundamental trabajar la relación y tomar decisiones que estén alineadas con lo que en verdad deseamos. Mi recomendación es que si están en los primeros dos años de haber comenzado una relación, fortalezcan los pilares de la misma con rituales que les hagan sentir más en conexión. Estos rituales son pequeñas decisiones que se toman todos los días, sin importar si llevan dos meses saliendo o si llevan cincuenta años de casados, son acciones que pueden fortalecer la relación en cualquier etapa. 

Estas son algunas ideas de rituales que pueden implementar con la pareja:


1) Todas las mañanas antes de salir de la cama recuerdale a tu pareja tres cosas que aprecias de él o de ella.

2) Antes de que cada uno inicie su día con sus rutinas individuales, procuren darse un beso que dure al menos tres segundos.

3) No te despidas de tu pareja sin antes saber por lo menos una cosa que tiene planeada para ese día. Puede ser una junta importante en el trabajo, una cita en la escuela de los o las hijas, o una reunión con alguna amistad o familiar.

4) Cuando vuelvan a encontrarse pregúntale a tu pareja cómo ha sido su día y escuchale de forma genuina.

5) No se vayan a dormir sin despedirse, a pesar de que duerman en la misma cama tomen unos segundos para desearse las buenas noches. 

Al ser rituales diarios en realidad no pasa nada si no los haces un día, de la misma manera que no pasará nada si únicamente los haces un día, pero, si tomas la decisión de incorporar estas y otras acciones en tu día a día, te puedo asegurar notarás la diferencia. 

Gracias por leerme, espero estos consejos te sean de gran utilidad en tu relación actual o futura. Recuerda que también puedes escucharme en mi podcast a través de Spotify para más tips sobre relaciones y sexualidad: 

Creo firmemente que existe una terrible confusión entre lo que es amor y lo que es codependencia, pues muchas de las ideas que se tienen sobre lo qué es amor en realidad son conductas codependientes que terminan lastimando a ambas partes que forman una relación, ya sea amorosa o de cualquier índole.

Erróneamente se cree que la codependencia es un fenómeno que se da únicamente en relaciones donde hay una persona adicta. Sin embargo, esto no es así. Cualquier relación puede ser codependiente con el simple hecho de que haya una persona codependiente en ella.

La base de la codependencia es el control. La persona codependiente intentará controlar y cambiar los comportamientos de la otra persona. Sin embargo esta manipulación se hará de forma sutil y a través de muestras de cariño. Melody Beattie, experta en codependencia, define a una persona codependiente como aquella que ha permitido que una conducta de otra persona le afecte, y que está obsesionada con controlar la conducta de esa persona. Es importante remarcar que lo que motiva a una persona a ser codependiente, es el miedo a perder el control o a sentir que puede perder a la otra persona. 

Es común que estas conductas se puedan confundir con el amor porque la persona codependiente utiliza muestras de cariño y atención para controlar o manipular a la otra persona, ya sea de forma consciente o inconsciente. Por ejemplo, una frase de una persona codependiente podría ser –le di todo y él/ella no hizo lo mismo por mí-. 

La diferencia entre amor y codependencia es que el amor se da y no se espera algo a cambio. Una madre no cuida y ama a su bebé esperando que el bebé la ame y le devuelva los cuidados. Sin embargo, en una relación, la persona codependiente hará todo por demostrar su “amor” o interés, pero no de forma incondicional, siempre lo hará esperando algo a cambio de la otra persona, aunque sea ser amada de regreso.

Cuando “amamos” esperando que nos amen de regreso, en realidad no es amor. El amor se da de forma incondicional. No esperes que tu pareja te ame porque tú le amas y no esperes que él o ella haga cosas por ti porque tú lo haces. Sin embargo, si estás en una relación donde tú amas y ese amor no es correspondido, tal vez deberías preguntarte –¿Qué hago en esta relación?–. 

Recuerda que para ti la persona más importante en una relación no puede ser tu pareja, debes de ser tú. Ámate a ti primero y al hacerlo no te pongas en relaciones de un solo sentido. Sí eres la única persona que está remando en tu relación y la otra persona no hace nada, fuera de pedirle que ponga de su parte, no puedes hacer nada para cambiar sus conductas porque de ser así estarías empleando la manipulación.

El amor es procurar la libertad de la otra persona sin esperar que se comporte de cierta forma y sin sentir que porque nos pertenece le podemos amar. Para poder evitar comportarte de forma codependiente, te invito a analizar los motivos de tu comportamiento. Algunas preguntas con las que puedes reflexionar estos motivos son ¿sientes que tienes que comportarte de cierta forma para que la otra persona haga o deje de hacer cosas? ¿esperas que la otra persona te sea recíproca con lo que tú haces y la forma en la que le amas y le ayudas? ¿sientes que si tú haces cosas por la otra persona entonces está en deuda contigo?Tómate un minuto para reflexionar tus respuestas. Si te interesa este tema te recomiendo el libro de Melody Beattie Ya no seas Codependiente (2019).

Entender los lenguajes del amor podría mejorar tu relación

Con el amor pasa algo similar que con las nacionalidades, dependiendo de los sucesos históricos las personas hablarán diferentes idiomas. Ya sea por nuestra historia o nuestra personalidad vamos a expresar nuestro amor de cierta forma y también vamos a interpretar las muestras o faltas de cariño de las demás personas dependiendo de nuestro lenguaje del amor.

Gary Champan explica que son cinco los diferentes lenguajes del amor. Cuando entendemos cuál de esos lenguajes es el nuestro, podemos expresar nuestras necesidades de una forma más clara y entender que alguien puede querernos y expresarlo de una forma completamente diferente. Por el otro lado, entender el lenguaje del amor de nuestra pareja nos permitirá expresarle nuestro amor en su idioma para que se sienta más amada o amado.

Estos son los cinco diferentes Lenguajes del Amor:

Actos de servicio: Todo aquello que se siente como un “apapacho” de cariño en acciones. A lo mejor puede ser cocinarle, ayudarle a doblar su ropa, hacerle algún favor.

Palabras de afirmación: Hacerle saber a la otra persona de forma verbal cuánto le apreciamos y valoramos. Puede ser desde un “te amo” o “qué rica te quedó la sopa hoy” hasta “eres el mejor jugando futbol”. Por solo mencionar algunos ejemplos.

Regalos: Estos no tienen que ser costosos, realmente son detalles. Estas son representaciones físicas que denotan que pensaste en la otra persona. Puede ser “fui a la tienda y te traje tu chocolate favorito”, “te hice esta carta de amor” entre otros.

Tiempo de calidad: Son los momentos en los que le dedicamos toda nuestra atención y energía a nuestra pareja. Pueden ser desde una plática (sin distracciones como el celular, la TV o los y las hijas), hasta alguna cena romántica o una escapada de fin de semana.

Contacto físico: Es hacerle saber a la otra persona por medio de abrazos, cariñitos, darle la mano e inclusive únicamente tocándole con la pierna mientras ven una película que le quieres. En este idioma no es necesario grandes muestras de contacto físico, muchas veces con el simple hecho de solo tocar a la persona al pasar a lado de ella puede ser una muestra de cariño.

¿Lograste identificar tu lenguaje y el de tu pareja en esas descripciones? Es común que cuando parejas vienen a consulta y alguna de las partes me dice –hago todo para mostrarle que le amo, pero nada es suficiente-, yo les pregunto – ¿has intentado hablarle en su idioma del amor o acaso le estás hablando en tu idioma del amor? -.

Yo te invito a que reflexiones ¿cuál es tu lenguaje del amor? Y ¿cuál es el lenguaje del amor de tu pareja? Una vez entendiendo que pueden ser diferentes, pregúntate ¿cómo puedo hacer sentir a mi pareja que le amo? Y también ¿qué puede hacer mi pareja para que sienta que me ama?

Identificar nuestro lenguaje y el de nuestra pareja será clave para comenzar a comprender mejor cómo se expresará el amor en la relación.

Salimos a buscar un mito, como quien sale a buscar un unicornio.

Entre más estudio el amor y las relaciones de pareja, más percibo la concepción tan errónea que tenemos de ambos conceptos. Escuchamos hablar de términos como “el alma gemela”, “la media naranja” y “el único amor verdadero”.  El Dr. Stan Tatkin asegura que todas las personas en el fondo sólo queremos ser amadas y prueba de ello es ver como todos salimos en búsqueda de nuestra alma gemela como si se tratara de llenar una vacante en nuestra vida. Vamos brincando de relación en relación con tal de no sentir el desamor, pensando que esta vez esa persona sí será “la correcta” y cuando resulta no serlo y la relación termina, percibimos el rompimiento como un fracaso porque en algún momento alguien nos vendió la idea de que una relación exitosa es aquella que es “para siempre”.   

Cuando vemos a una pareja de la tercera edad admiramos su relación como algo ideal. Fantaseamos que así es como se ve el “felices para siempre” sin saber realmente todo lo que ha pasado en esa relación y queremos salir a buscar eso mismo pensando que seguramente es perfecto.

Lo he dicho antes y no creo cansarme de decirlo, el felices para siempre no existe porque el “siempre” no es real (nada es para siempre, todo cambia) y la “felicidad” son momentos y no un estado permanente. Por lo tanto, salimos a buscar un mito, como quien sale a buscar un unicornio. 

Para encontrar a la persona correcta no es necesario tener una lista de cualidades, lugares específicos y estrategias de conquista. Para poder encontrar a la persona correcta con la cual tengamos una relación verdaderamente satisfactoria, primero hay que convertirnos en la persona correcta.

En series, películas, revistas y conversaciones en familia constantemente recibimos el mensaje de que para estar en completitud tenemos que estar en pareja, haciendo que el vacío sea casi tangible.

Como terapeuta de pareja he tenido la fortuna de observar a diferentes pacientes en distintas facetas y estoy segura que no importa que tan maravillosa sea nuestra pareja, nunca será capaz de llenar este vacío y en realidad no debe ser su responsabilidad. No podemos esperar ver nuestro valor únicamente reflejado en los ojos de nuestra pareja, es necesario saber nuestro valor y proyectarlo en nuestra pareja.

Con mis pacientes me gusta hablar en analogías y cuando tratamos el tema de llenar este vacío, les digo que resulta extremadamente tentador salir corriendo y encontrar a quien sea con tal de no sentirlo, así como cuando sentimos hambre. Salir a buscar pareja para llenar el vacío sin haberlo trabajado, es como llegar a un restaurante con el hambre a tope. No importa qué hay en el menú, ni siquiera si en él está nuestro platillo favorito, o si nos estamos perdiendo la oportunidad de comer el corte de carne más delicioso que hayamos probado, es tal el vacío que vamos a satisfacer el hambre con lo que sea, incluso con el pan de cortesía, ¿el pan de cortesía?, ¡pero si ni siquiera hemos visto el menú!

Algo muy similar ocurre cuando escogemos nuestra pareja desde el vació. Ignoraremos todas las señales de advertencia, permitiremos situaciones que nos hacen daño o sacrificaremos quien en verdad somos con tal de estar al lado de alguien.

Cuando digo que para encontrar a la persona correcta debemos convertirnos en la persona correcta, no se trata de dejar de ser quienes somos para aparentar ser una o un prospecto más atractivo o atractiva. Más bien, se trata de llenar este vacío con nosotras y nosotros mismos para gravitar cerca y atraer a una persona con quien podamos formar una relación bonita. Se trata de espejear lo que buscamos en una pareja. ¿Quieres estar con alguien que te respete? Respétate tú primero, ¿quieres estar con alguien que te ame? Amate tú primero.

Si en este momento sientes ese vacío es importante saber que no necesitas de otra persona para sentir completitud, ya que en realidad nunca has estado incompleta o incompleto. Tienes todo dentro de ti para llenarlo contigo y compartir tu completitud con otra persona que también esté completa.

Como en todo, el proceso es lo más hermoso y si trabajas en ti y disfrutas el proceso, disfrutas tu transformación en una mejor versión de tu persona.

El psicólogo experto en neurociencias, Stan Tatkin, asegura que el cerebro humano no está programado para el amor, sino que está programado para la guerra. Existe una estructura cerebral llamada amígdala que constantemente está evaluando el ambiente en busca de posibles amenazas. Algo muy significativo es que tanto la amígdala como el resto de nuestro sistema nervioso muchas veces percibe a nuestra pareja como una amenaza y, como resultado, se activa el sistema de supervivencia: pelear, volar o paralizarse.

En las discusiones de pareja hay ciertos disparadores (diferentes en cada persona) que detonan el enojo o el miedo y, por ende, el lóbulo frontal (encargado del juicio y la consciencia) se desconecta y se activa con la parte más primitiva de nuestro cerebro. Esta es la razón por la que durante algunas discusiones actuamos de forma irracional y llegamos a decir cosas de las que después nos arrepentimos o, todo lo contrario, horas después de haberse dado por terminada la discusión pensamos en el argumento perfecto.

“Nuestro cerebro está programado para ayudarnos a sobrevivir, no para ayudarnos a ser felices“.
-Tony Robbins

Cuando estamos dentro de una relación, es importantísimo estar evaluando el lenguaje corporal de nuestra pareja para poder identificar señales de que haya habido un detonante de su respuesta de supervivencia. En el momento que nuestra pareja comienza a encenderse o se ha ofendido, podemos utilizar el juego como un mecanismo para calmar el enojo o el miedo que está sintiendo.

El juego y el contacto físico dan la señal al sistema nervioso de nuestra pareja, de que no somos una amenaza. Estamos dándole entender a la parte primitiva de su cerebro que este no es un momento en el que necesita activarse porque no es una situación de vida o muerte donde necesita sobrevivir.

Estos son mis cuatro consejos para implementar el juego como una manera de prevenir que las discusiones en pareja escalen rápidamente:

  1. Evalúa el lenguaje corporal de tu pareja. Haz varios intentos de contacto físico y/o de juego para poder ver cómo reacciona. Su cuerpo te hará saber si está sirviendo o no.

  2. El juego debe ser suave, teniendo cuidado que no se confunda con una burla o sarcasmo, ya que esto simplemente activará más a tu pareja.

  3. Intenta tocando suavemente su mano. Sí el modo de supervivencia en tu pareja ya se ha detonado, puede ser que rechace el contacto físico. No te lo tomes personal. Puedes decirle algo en juego como – entiendo que no quieres que te abrace, pero cuando lo necesites, la oferta de mi abrazo estará vigente -.

  4. Hazle saber que tú eres un lugar seguro. A través del juego y quitándole tensión al asunto, puedes decir algo como – ¿Quién te ama? Yo, obvio. Aunque te molestes te sigo amando y cuando quieras hablar, estoy aquí para ti –

El juego es un elemento que no puede faltar en ninguna relación de pareja y recomiendo mucho practicarlo y siempre tenerlo en mente ya que tiene muchos beneficios en diferentes áreas, por ejemplo, la sexual. Una pareja que juega constantemente podrá tener una comunicación más asertiva en los encuentros sexuales. Por otro lado, el juego fortalecerá la amistad dentro de la pareja y ésta al ser el pilar de la relación fortalecerá la relación en general.

Te invito a que empieces a jugar con tu pareja en todo momento y no únicamente cuando haya discusiones. Sean cómplices con chistes locales, pónganse apodos de cariño y compartan risas todos los días. No por nada se dice que la risa es la distancia más corta entre dos personas.

“El acto de valentía más grande, es amar”

Cuando amamos nos sentimos vulnerables, prácticamente al desnudo, sintiendo el corazón en carne viva, y nos aterra tanto saber que ese amor se nos puede ir, que creamos un falso apropiamiento de nuestra pareja. Como si al cambiar la etiqueta de “amistad” a “noviazgo”, la persona automáticamente pasara a ser de nuestra pertenencia, bajo la premisa de que si nos pertenece no puede irse o al menos “no debería”, ya que, si dice amarme, entonces su persona, su amor e incluso sus decisiones, me pertenecen.

En algún momento se confundió el amor con propiedad, pero el amor nunca ha sido ni será un tema de pertenencia. Puedes amar con todo tu corazón a quien ya se fue o con quien nunca estuviste. El amor es una energía que se da y no se condiciona, ni siquiera a la presencia de una persona, ¿o acaso podríamos decir que dejamos de amar a quien muere?

Nos esforzamos por dejar de querer a quien dejó de amarnos. Pensamos –solo te puedo amar si me amas, cuando te pertenezco, mientras tu amor sea mío –pero el amor no está condicionado a la correspondencia, ni a la pertenencia.

Amar es respetar la libertad de nuestra pareja, sin esperar que cambie esa libertad, de la que en un principio nos enamoramos, por amoldarse a lo que somos, sin condicionar a que haga lo que queremos, sin manipular a que nos ame como deseamos.

–Si haces lo que quiero, te amo. Si no, no. –

¿El amor duele? o ¿duelen las expectativas? –Yo te amo y te doy todo siempre y cuando hagas lo mismo y me ames de regreso. – Muchas veces caemos en esa codependencia, que a diferencia del amor es convivir con una agenda, esperando siempre algo de vuelta.

Amar es un acto de valentía, es atrevernos a dar amor aceptando que nuestra pareja no nos pertenece, respetando su libertad, aunque muchas veces no sea a nuestro lado.

Existen muchos mitos alrededor del amor y uno de los más dañinos es, que una pareja debe durar para siempre. Las relaciones, como todo en la vida, son temporales y cumplen ciclos.

El hecho de que todo está en constante cambio es a lo que los budistas llaman “impermanencia”. Uno de los ejemplos más visibles de esta impermanencia son las estaciones del año, que con sus cambios de clima producen diferentes paisajes y escenarios, sin embargo, ni siquiera la primavera es la misma cada 12 meses, siempre es distinta, con otro ciclo de flores, otra parvada de aves, otros atardeceres.

Todo cambia, inclusive tú no eres la misma persona que eras al despertar esta mañana, tu cuerpo está generando nuevas células y desechando otras. Todo cumple un ciclo, nada es permanente y las relaciones no son la excepción.

Curiosamente desde la infancia se nos dice que las personas pueden ser de nuestra propiedad, pero no es así. A mí me gusta pensar que todo lo que vamos recibiendo en la vida es prestado, incluso las parejas, que eventualmente hay que devolverlas, pues no son de nuestra propiedad. Ni siquiera los hijos y las hijas nos pertenecen, pues con los años crecerán para ser seres independientes. Los padres y las madres podrán ser sus guías y guardianes siempre que se necesite, pero nunca sus dueñas o dueños.

Cualquier relación es un préstamo y eventualmente su ciclo termina en nuestra vida, sin importar si ese ciclo es de dos semanas, ocho meses o sesenta años. Por eso es importante dejar de ver a nuestra pareja como propiedad permanente y apreciarle como un préstamo temporal, como algo que debemos procurar. Seguramente seremos capaces de disfrutar aún más los momentos compartidos sabiendo que ese amor tiene fecha de expiración.

La intención de concebir las relaciones como algo impermanente no es pesimista, sino todo lo contrario. Si somos capaces de asimilar que cada minuto al lado de nuestra pareja es un préstamo, y que la permanencia de la relación no es segura y mucho menos eterna, tal vez podemos llegar a disfrutar más cada caricia, cada sonrisa, cada mirada; y agradecer cada minuto de su presencia en nuestra vida.

La impermanencia viene a sacudirnos, a despertarnos para valorar eso que creemos nuestro. Nos exige estar presentes en cada momento disfrutándolo como un regalo. Pues al pensar que nuestra pareja y su presencia en nuestra vida es segura y permanente, hace que dejemos de esforzarnos, de disfrutarle, de valorarle y de amarle bonito.

Las relaciones se trabajan todos los días, sin importar la etapa en la que estemos y la etiqueta que le pongamos. Cuando nos quejamos de la rutina y de la monotonía en pareja, es porque no estamos valorando, es porque que hemos dejado de esforzarnos para disfrutar esa relación que la vida nos ha prestado.

Así es que respondiendo a la pregunta, ¿el amor es para siempre?, la respuesta es no. Porque “para siempre” no existe en ningún ámbito de la vida, lo único que tenemos es este momento. Todo cambia y todo es pasajero, es por eso que les hago la invitación a que valoremos y apreciemos a nuestra pareja, independientemente del tiempo que llegue a permanecer en nuestra vida. Ya sean días, años o décadas, su compañía es un préstamo y como tal hay que cuidar y disfrutar el tiempo que la vida nos honre con su presencia.

Desmitificando la terapia de pareja.

He perdido la cuenta de todas las veces que al responder que soy terapeuta de pareja la gente me dice “espero nunca necesitar de tus servicios”. Existe la idea que la terapia de pareja es el último recurso para intentar salvar una relación y que vamos a terapia cuando lo hemos intentado todo o, peor aún, cuando llevamos años ignorando los problemas y alejándonos como pareja y uno de los dos integrantes de la pareja ha empezado a empacar sus cosas para irse.
¿Acaso cuando conocemos a un mecánico le decimos “espero nunca necesitar de tus servicios”? Por supuesto que no, le pedimos los datos en caso de necesitarlos. Es más, nos recomiendan llevar nuestro auto al mecánico cada 6 meses o cada 10 mil kilómetros para que lo chequen y le den mantenimiento.
Sin embargo, las relaciones y principalmente las relaciones de pareja son un área donde sin ninguna educación ni preparación se espera que tengamos éxito todos los días. Y si algún día pisamos un consultorio de terapia de pareja lo vemos como un fracaso y es porque lo hemos intentado todo y hemos fallado.

¿Cuándo es momento de ir a terapia de pareja?

Cualquier pareja puede beneficiarse de la terapia de pareja, independientemente de la etapa en la que estén. El año pasado a mi consultorio llegó una pareja que ella tenía 17 años y él 19 años. Los dos venían de familias disfuncionales y a pesar de haber empezado su relación algunos meses antes de ir a terapia, se habían encontrado repitiendo muchos patrones que habían copiado de sus casas y querían detenerlos y aprender nuevas formas de relacionarse. Utilizo esta pareja como ejemplo porque aprendí mucho de mis sesiones con ellos, sobre todo que no importa si llevamos 40 años de casados o simplemente algunos meses de noviazgo, siempre podemos aprender y mejorar la relación. La terapia de pareja es un lugar donde se aprenden herramientas para mejorar la comunicación, la empatía, la intimidad, la confianza, discutir de forma saludable y conectar como pareja. Todas estas herramientas van a mejorar tu relación y cuando vengan los tiempos difíciles, que todas las parejas los tienen, va a ser más fácil navegarlos.
Una buena terapeuta de pareja no es un árbitro que va a detener las peleas y darle la razón a alguno de los dos integrantes de la pareja, por lo contrario, les va a ayudar a ver las cosas desde la perspectiva del otro mientras aprenden técnicas para acercarse y regresar a los dos enamorados que algún día fueron.
La terapia de pareja puede ser preventiva, de mantenimiento o de reparación, pero no esperemos haber agotado nuestros recursos para buscar ayuda profesional y mejorar nuestra relación.