Una de las razones por las que más nos cuesta trabajo avanzar en los proyectos y cumplir nuestras metas son las distracciones digitales. Vivimos en una era donde nuestro celular y las notificaciones en la computadora son una distracción muy demandante. Recuerdo que cuando era niña y apenas empezaban a existir los celulares, las llamadas eran a los teléfonos fijos. Inclusive recuerdo que había una libreta donde se anotaba el número y el mensaje de las persona que no había podido localizar a la persona que buscaba. Al llegar a casa la persona revisaba la libreta y decidía si regresaba la llamada en ese momento o al día siguiente (inclusive tal vez nunca).

Hoy en día, en la era de los mensajes instantáneos, quienes nos quieran localizar, tienen acceso inmediato a nosotras y nosotros a través de múltiples medios y apps, inclusive podemos ver si ya han recibido nuestro mensaje y si han decidido dejarnos en “visto”.

Como terapeuta relacional he trabajado infinidad de problemas en los que las relaciones (no únicamente de pareja, sino en general) se han visto afectadas por la comunicación que se transmite y es interpretada a través de los mensajes instantáneos. 

Por alguna razón sentimos que le debemos una respuesta inmediata a quien nos busca y de la misma manera pensamos que las personas a quienes buscamos nos la deben, sobretodo si están “en línea”. Esto provoca que nos ofendamos al no obtener una respuesta inmediata, ya que lo sentimos como una forma de rechazo, creando una dinámica que personalmente no creo que favorezca a las relaciones interpersonales. 

Llevo unos meses reflexionando en esto y me he permitido recordar que en estricto sentido, yo no le debo una respuesta a nadie y de igual forma nadie me debe una respuesta a mí. Me he liberado de la presión de responder lo antes posible a aquellas personas que me escriben y he de confesar que el resultado me ha venido muy bien, aunque, por supuesto hay a quienes no les ha parecido esta postura y consideran una falta de respeto que mi respuesta no sea inmediata o inclusive, si así lo decido, que tarde un par de días en responderles. 

Te invito a reflexionar, ¿por qué debemos de responder de forma inmediata? ¿por qué creemos que alguien nos debe una respuesta únicamente porque leyó lo que hemos mandado? ¿cuánto tiempo perdemos por estar respondiendo los mensajes que recibimos?

Uno de mis pacientes es arquitecto y en su día a día debe atender tanto el área de trato directo con sus clientes, como el área creativa, diseñando planos. Su trabajo fluctúa constantemente entre responder los mensajes o llamadas de sus clientes, y diseñar los proyectos de esos mismos clientes. Con tal de poder responder y estar al tanto de las necesidades de cada proyecto durante el día, optó por sacrificar sus horas de sueño para trabajar en la parte creativa ya que en las noches nadie le busca y puede diseñar “en paz”. 

Considerando que en promedio tardamos hasta 23 minutos para poder volver a concentrarnos en lo que estábamos haciendo después de una interrupción o una distracción ¿cuánto tiempo creativo perdemos en estos lapsos? ¿cuánto tiempo de creación pierde mi paciente por las distracciones de sus clientes?

Inmensamente inspirada por el trabajo que hemos hecho en terapia, he reflexionado más en este asunto y lo he compartido con él. El resultado fue un plan de trabajo en el que pone en modo avión su celular, apaga las notificaciones de su computadora y se concentra en crear por una hora y media en bloques de la Técnica de Pomodoro, que consiste de 25 minutos de trabajo sin distracciones y cinco minutos para descansar, caminar, ir al baño o tomar agua, pero por ningún motivo utilizar el celular. Después de tres de estos bloques utiliza un bloque de 25 minutos para revisar su celular, correo, mensajes e inclusive darse una vuelta por las redes sociales. Me ha sorprendido cómo el estrés ha disminuido considerablemente en mi paciente y lo productivo que me ha reportado que se ha sentido. Este es un caso tangible en el que con resultados laborales, se puede ver el efecto de dejar a un lado las distracciones digitales, demostrando que también es un método muy útil para permitirnos estar en el momento presente y disfrutar a las personas que tenemos frente a nosotras y nosotros, así como para poder conectar de forma individual en nuestro tiempo a solas.

Te invito a que te permitas no estar disponible y que todo ese tiempo que dedicas para los y las demás a través de tus dispositivos digitales, mejor lo utilices para ti, tus proyectos y la gente que está presente contigo. Porque al final del día no le debes nada a nadie y tampoco les debes una respuesta inmediata. Normalicemos el responder o contactar a quien nos busca cuando podamos y queramos, ya que la mayoría de las veces que intentan contactarnos no es para una emergencia que merezca sacrificar nuestras prioridades.

Recuerda que si te interesan estos temas puedes escuchar mi podcast “Supéralo Por Favor” disponible en todas las plataformas digitales de audio, de todos modos nos leemos el próximo viernes en un artículo más aquí, en mi blog.

Quienes me siguen en Instagram (@eva_latapi) tal vez ya se han enterado que desde hace unos meses me he estado preparando para un maratón junto con un grupo de corredoras. En mis años de universitaria seguido escuchaba frases como – La vida no es un sprint, es un maratón – o – No se trata de ir rápido, sino de mantener el paso e ir constante –. Sin embargo, nunca nadie me habló de la verdadera preparación que se requiere para correr un maratón. En mi experiencia, esta ha sido la mayor prueba de paciencia, disciplina y constancia a la que me he enfrentado. 

Todos los días me despierto a las 5 de la mañana para poder hacer mi ritual matutino e irme a correr antes de que salga el sol. Aún no sé si me despierto porque me gusta correr o por la sensación de ver el amanecer mientras estoy corriendo con mi equipo. Sin embargo, hoy escribo este artículo llena de frustración, pues hace unos días me lesioné un músculo del que ni siquiera sabía su existencia hasta que se manifestó con dolor y ahora me cuesta trabajo inclusive caminar. Al día de hoy llevo tres días sin poder correr y dos visitas al fisioterapeuta.

En estos días de no poder siquiera trotar o caminar a un paso acelerado para seguir con mi entrenamiento, me di cuenta que no quiero parar para recuperarme de la lesión, no quiero perder este momentum, ni el paso y la condición que ya he logrado. Aún así, la vida me detiene y me obliga a parar, a recalibrar, a descansar y sanar para seguir avanzando.

En esta ocasión utilizaré la disciplina de correr como analogía con la vida, pues he llegado a entender que soy una persona a la que le cuesta trabajo parar y tal vez inclusive, empezar. Una vez que traigo el paso, no paro, pero arrancar no me gusta; me incomoda el cuerpo, me duelen las articulaciones y me repito constantemente –¿Quién crees que eres tú para hacer esto?, ¿Qué haces aquí?–. Lo pienso en la vida y en la corrida también, aún así, sigo y sigo hasta que casi por inercia mi cuerpo sigue acumulando pasos y con ellos kilómetros y entonces cuando me empezaba a sentir imparable, vino la lesión que me obliga a parar.

Esta mañana, mientras mi equipo corría, me vino a la mente escribir sobre este tema que hoy lo lees tú, pero tal vez en el fondo me lo escribo a mí misma, porque la vida me grita que pare, que descanse y hoy fue mi cuerpo quien me lo gritó.

Los últimos dos libros que he leído (Limitless de Jim Kwik y El código de las mentes extraordinarias de Vishen Lakhiani) hablan de la importancia de descansar y parar para lograr cualquier cosa. Uno de los mitos que existen en nuestra sociedad es que tenemos que hacer más para lograr más, a lo que los estadounidenses llaman “The Rat Race” (o la carrera de ratas). Tan pronto como despertamos en la mañana, la cabeza ya está a mil por hora, estamos en una actividad y ya estamos planeando y preparando las siguientes. Sin embargo, este exceso de actividad tiene un único destino que es el “burn out” o una lesión.

Nuestro cuerpo de forma natural nos pide descanso todos los días para poder continuar. Un cuerpo que no descansa eventualmente deja de funcionar, pues cuando dormimos el cerebro aprovecha para guardar y consolidar lo que hemos aprendido en la memoria. También libera la hormona de crecimiento lo que permite que nuestros músculos y huesos se reparen, nuestro sistema inmunológico se fortalezca y mejore nuestra piel, entre otras cosas. Si estos son algunos beneficios de parar y descansar físicamente, ahora imaginemos la importancia de parar en la vida.

Contrario a lo que se cree, trabajamos mejor cuando hay una pausa. Es más, cuando descansamos, nuestra mente creativa despierta y por eso tenemos esas ideas tan formidables en la regadera. Por eso la tan famosa técnica de productividad de Pomodoro, creada en la década de 1980 por Francesco Cirillo, la cual sugiere trabajar 25 minutos seguidos y tomar un descanso de 5 minutos.

Hoy te invito y me recuerdo a mi misma a parar para poder sanar, para poder recalibrar, para poder redireccionar y para poder avanzar. Porque no, la vida no es sólo un maratón. La vida también es la preparación previa al maratón y esto incluye días buenos, días en los que el cuerpo no responde y otros en los que nos obliga a descansar para fortalecer otros músculos y seguir adelante con nuestros objetivos.

Recuerda que si te interesan estos temas, puedes encontrarme en Instagram como @eva_latapi y en Facebook como Eva Latapi. También tengo un Podcast llamado “Supéralo Por Favor” con capítulos nuevos todos los miércoles que puedes escuchar por Youtube, Spotify y Apple Podcast. De todos modos nos leemos el próximo viernes en otro artículo aquí en mi blog.

En el 2015 comencé a dar clases de control de ira en Hawthorne, California. A diferencia de México, el sistema judicial en Estados Unidos hace obligatoria tomar esta clase para muchas personas que atraviesan asuntos legales. Por lo general, personas agresoras de violencia. A lo largo de cuatro años que  estuve a cargo de esta clase, tuve la fortuna de conocer a las personas más intimidantes con las que he trabajado, lo cual me permitió entender muchísimo del enojo y conectarme con la compasión.

Por alguna extraña razón, el enojo es más aceptado socialmente que otras emociones como el miedo, la tristeza, la culpa o la vergüenza. Una persona enojada es una persona que puede imponer poder y fuerza. Sin embargo, el mayor hallazgo que tuve mientras facilitaba estas clases es que el enojo normalmente enmascara otro sentimiento que nos es incómodo. Me gusta llamarlos sentimientos incómodos, porque todos los sentimientos y emociones cumplen una función y aunque no nos guste tenerlos, no son buenos ni malos, simplemente son.

El enojo es como un iceberg, esos bloques de hielo flotantes que se desprenden de los glaciares o de una costa helada, y al estar sumergidos en el agua, lo único que podemos ver es una novena parte del bloque. Por debajo son enormes, pero por su mismo peso únicamente se asoma una pequeña parte de este.

Lo mismo pasa con el enojo, el enojo es la máscara que presentamos, pero el enojo en la gran mayoría de los casos no es enojo, sino cualquier otra emoción que de manera inconsciente no queremos sentir ya sea por que nos causa dolor o nos da miedo y por ende utilizamos el enojo como mecanismo de protección. 

Esto me hace pensar en esas personas que consideramos “enojonas”, pero que en realidad son personas que se están protegiendo de otras emociones que ellos mismos sienten podrían hacerles daño y utilizan el enojo para enmascararlas y evitar sentirlas.

Les voy a contar la historia de cuando tenía 7 años y mi papá me llevó a aprender a andar en bici. Yo desde el principio tenía mucho miedo que le quitaran las “llantitas” de apoyo a mi bicicleta y no quería intentarlo. Mi papá me animaba mientras mis hermanos dominaban por completo el manejo de la bici sin las “llantitas”. 

En algún punto del día, decidí que la mejor forma sería ir a lo que yo veía como una colina muy inclinada (a la que regresé años después y no lo era), tomar vuelo y utilizar la gravedad a mi favor para poder tomar velocidad. Llegué a la colina y cuando tomé el impulso sentí como la bicicleta iba cada vez más rápido, de pronto sentí como el miedo se apoderó de mí, perdí el control por completo y sin pensarlo dos veces, decidí saltar de la bicicleta creyendo que podría aterrizar como ninja. 

Claro que no todo resultó como lo imagine; cuando intenté saltar de la bicicleta en movimiento lo que en realidad sucedió es que rodé con ella. Fue vergonzoso porque los demás niños y niñas me vieron y también sentí miedo por todos los raspones y sangre que tenía. Mi papá corrió hacía mí fúrico, me levantó con un brazo y con el otro recogió la bicicleta, llamó a mis hermanos y les dijo que se subieran a la camioneta, aventó la bicicleta en la cajuela y no me dirigió la palabra inclusive mientras curaba mis heridas en la casa. Yo me sentía muy confundida por el enojo tan grande que tenía mi papá y por muchos años cargué con la duda.

Tiempo después mientras yo estudiaba el enojo, le pregunté a mi papá si recordaba este suceso y me dijo que sí y cuando le pregunté si había sido miedo la emoción que enmascaró su enojo, me respondió que no, que en realidad él lo que sintió fue dolor. Dolor de no poder protegerme y dolor de verme toda raspada y ensangrentada después de mi hazaña.

Quitarse la máscara del enojo y adentrarse en la verdadera emoción que estamos teniendo puede generar mucho miedo. Sin embargo, el primer paso para trabajar cualquier emoción es reconocerla. No nos hace débiles conectarnos con el miedo, ni con la culpa, la vergüenza, el dolor o cualquier sentimiento o emoción que nos haga sentir vulnerables. Todo lo contrario, se necesita mucho valor para poder desenmascarar el enojo y ver al gigante maestro que se esconde detrás de él. 

La próxima vez que sientas enojo, te invito a reflexionar en las siguientes preguntas:

¿Qué sentimiento o emoción podría estar enmascarando mi enojo?

¿A qué le tengo miedo?

¿Qué pasaría si me atreviera a conectar con esta emoción?

Todos los días tenemos una oportunidad para conocernos más y conectar con nuestra esencia. Recuerda que si te interesa este tema puedes encontrarme en Instagram como @eva_latapi. También te invito a escuchar mi podcast “Supéralo Por Favor” todos los miércoles por Spotify, Apple Podcast y YouTube. De todos modos, nos leemos la próxima semana en otro artículo aquí en el blog.

Lo que más me gusta de ser psicóloga es poder ser testigo del increíble proceso de transformación que tienen las personas que vienen a terapia. Me maravillo de ver cómo comienzan la terapia hechos mil pedazos y cómo poco a poco comienzan a rearmarse con cada una de las piezas y se convierten en una versión más fuerte, más sana y sobre todo más consciente de sí mismos y mismas.

Para mí, es ver como una persona crea un jarrón de cero y viene con los trozos para rearmarlo cuando se le rompe. En la cultura japonesa, arreglan los jarrones rotos con oro líquido porque dicen que en las rupturas es por donde entra la luz. Me parece una hermosa analogía porque es verdad, es gracias a los momentos que sentimos que nos rompemos que somos capaces de rearmarnos. 

He tenido la dicha de trabajar con pacientes que deciden continuar la terapia una vez que se han armado por completo y también he tenido la experiencia de ver pacientes que regresan nuevamente después de haberles dado de alta, ya sea por querer seguir creciendo o porque tienen una nueva crisis. Cuando mis pacientes regresan a terapia, primero que nada agradezco la confianza y honro su proceso.

Como terapeuta yo creo que parte de la vida son las bajas, las crisis y las rupturas.

La terapia definitivamente no va a evitar que vuelvas a tener un mal momento en la vida, pues las lecciones y los momentos difíciles son parte de lo que la hace tan maravillosa, pero sin duda te dará herramientas para poder afrontarlo todo.

El año pasado estuve trabajando con un paciente que se recuperaba de una relación violenta y codependiente. Inclusive me pidió tener dos sesiones a la semana porque sentía que el proceso era más fuerte de lo que él podía soportar. Utilizamos la analogía de las adicciones, porque la codependencia se puede sentir como una adicción a otra persona. Hablábamos de los patrones y cómo tendemos a repetirlos. Unos meses dentro del proceso terapéutico conoció a una persona que representaba todos los patrones que había tenido su pareja anterior y completamente seguro me dijo –No hay manera que vuelva a caer en ese patrón –. Como a veces pasa, dejó de asistir a terapia. En ocasiones, las personas se sienten listas y deciden dejar la terapia sin previo aviso. Mi manera de trabajar es respetándoles su decisión y hacerles saber que aquí estoy cuando quieran retomarla.

Hace unos meses este paciente regresó, había empezado una relación con aquella persona que conoció el año pasado y nuevamente había caído por completo en los mismos patrones de codependencia y mismo tipo de violencia que habíamos trabajado el año anterior. –Vi todos los focos rojos desde que la conocí– me dijo, –pero me sentía bien y me sentí indestructible. Ahora estoy donde estaba hace un año, pero con alguien más. –

He estado reflexionando sobre este caso. Mi paciente reconoció los focos rojos y que aquella persona representaba todos los patrones de los que le había costado tanto trabajo sanar. Habíamos trabajado la relación consigo mismo y se sentía fuerte. ¿Qué le llevó a caer en exactamente lo mismo?, ¿por qué regaló su paz?

Se me viene a la mente una de mis analogías. Digamos que en la era de los nómadas el fuego era una de las cosas más preciadas para los clanes. Todo el tiempo debían transportarlo de un lugar a otro y era tan difícil volver a conseguirlo que incluso asignaban a un miembro del clan a cuidar de él.

Me gusta pensar que nuestra paz es este fuego que debemos cuidar. Esto no significa que por cuidarlo hay que quedarse paralizados o paralizadas, sino que debemos evitar situaciones donde pongamos en riesgo nuestra paz al ignorar conscientemente los focos rojos que desde un inicio pudimos identificar.

El dolor se olvida, hasta cierto punto. Recordamos que algo nos fue doloroso, pero no recordamos qué tanto nos dolió y tal vez es por eso que nos arriesgamos a caer en los mismos patrones. Lo sé porque a mí también me ha pasado.

La paz se construye poco a poco después de tener una crisis, cada quien construye su propia paz y una vez obtenida es importante cuidarla.

Cuando hacemos conciencia del esfuerzo que le hemos puesto en estar bien, en sanar, en levantarnos y rearmarnos, nos es más difícil arriesgar esa paz con cualquiera o en cualquier lugar. Esta paz está ligada al amor que nos tenemos y así como no arriesgaríamos a alguien que amamos, de la misma forma no tendríamos por qué arriesgarnos a nosotros o nosotras.

Nuestra paz es valiosísima y no podemos arriesgarla en relaciones donde hay más focos rojos que un árbol de Navidad, es una cuestión de amor propio y por lo tanto está bien decir –Gracias, pero me costó muchas tormentas esta calma para dejar que me la drenes, así es que, no gracias –.
Siempre habrá gente drenadora de paz y el problema no son estas personas, somos nosotros o nosotras que voluntariamente colocamos ese fuego tan sagrado en las manos equivocadas.

Recuerda que si te interesan estos temas puedes encontrarme en Instagram como @eva_latapi o escuchar mi podcast “Supéralo por favor” que tiene un episodio nuevo todos los miércoles y puedes escucharlo en Spotify, Apple Podcast o YouTube. De todos modos nos leemos el próximo viernes aquí, en el blog.

Apenas la semana pasada en una entrevista me pidieron hablar de “Cómo cumplir nuestras metas”, y coíncidentemente el fin de semana mientras platicaba con una de mis mejores amigas surgió la pregunta – ¿Qué haz hecho diferente desde que comenzó la pandemia? –  y tras contarle sobre mis cambios me pidió escribirle un mensaje en Whatsapp describiendo paso a paso cómo gano mi mañana y cómo estructuro mi día para poder lograr mis objetivos.

Lo que me llama la atención es que nunca pensé que alguien me haría ese tipo de preguntas porque nunca me consideré como una persona que podría motivar a alguien más en cuanto a un tema de productividad, puede ser por el síndrome del impostor con el que he vivido la mayoría de mi vida, pero ese es tema para otro artículo. Así es que reflexionando en mi rutina diaria pensé en compartirla con ustedes porque podría ser que más de una persona (esa persona siendo mi amiga Viv) pueda beneficiarse de esta información.

Como lo he platicado antes, a mí me encanta filosofar y en gran parte lo hago sola o con mis pacientes en sesión. Con los libros que he leído desde que comenzó la pandemia y el trabajo que mis pacientes me han permitido hacer en sesión, he llegado a la conclusión que definitivamente somos seres emocionales y espirituales, pero al mismo tiempo también somos seres físicos, nuestro cuerpo es como una máquina. Si sabemos operar esta máquina podemos ahorrarnos en gran medida la “lucha” por cumplir lo que deseamos. Puede ser desde dejar de sentir depresión, conseguir el trabajo de nuestros sueños o correr ese maratón que siempre hemos deseado. 

La parte mecánica de nuestro ser es nuestro cuerpo y opera en gran parte de forma química y por hábitos. Todo empieza en uno de los órganos más fascinantes que tenemos, el cerebro. El cerebro es comodino y va a intentar ahorrar energía mental basando entre el 40% y 95% de nuestras acciones en hábitos. Cada quien tiene la capacidad de programar sus hábitos a su antojo con un poco de técnica y perseverancia, por lo que debemos cuidar lo que consumimos y las decisiones que tomamos todos los días, ya que todo lo que hagamos estará dictando a nuestro cuerpo cómo operar.

Existen muchos estudios que hablan sobre la importancia de ganar nuestra mañana y hoy les voy a compartir las 6 cosas que yo hago para ganar la mía. Llevo haciéndolo casi un año y es impresionante lo que he logrado con solo incorporar estos hábitos al despertar:

1.- Desenchúfate: muchas veces lo primero que hacemos al despertar es checar nuestro celular. Es más, la mayoría de las personas dormimos al lado de él. Checamos mensajes, correos electrónicos y hasta redes sociales tan pronto como abrimos los ojos. O sea que desde que despertamos estamos bombardeando a nuestro cerebro con información y empieza la corredera. Te invito a pausar, te invito a que los primeros 30 minutos del día no revises tu celular. En los siguientes 4 puntos explico todo lo que hago cada mañana antes de revisar mi teléfono.

2.- Agradece y dale intención a tu día: en mi mesita de noche desde la noche anterior dejo preparado mi cuaderno donde al abrir los ojos lo primero que hago es escribir 3 cosas por las que me siento agradecida (por ejemplo: el tener una cama donde puedo descansar, la llamada con alguna persona que quiero o lo bien que reaccionan mis piernas y me permiten correr), seguido escribo tres intenciones para mi día (por ejemplo: estar totalmente presente con las personas que conviva, esforzarme y disfrutar el ejercicio o escribir este artículo) y por último una afirmación positiva (estas las comparto todas las mañana en las historias de mi Instagram @eva_latapi).

3.- Medita: justamente esta mañana amanecí angustiada y desde que desperté mi cabeza estaba buscando todas las cosas que pude haber hecho mal. Siempre la noche anterior dejo preparada la meditación que haré al despertar. Así que me puse en posición para meditar y me permití estar presente. Me relajé de tal manera que no había pensando en cómo desperté esta mañana hasta ahora que lo escribo. Yo medito entre 15-20 minutos todas las mañanas.

4.- Hidrátate: como decía anteriormente, nuestro cuerpo es en gran parte química, además de que más del 70% del mismo es agua. Pensemos que nuestro cuerpo lleva deshidratado las horas que hemos dormido. Yo tomo un litro de agua a temperatura ambiente después de meditar, lo dejo preparado una noche antes. Me gusta pensar que es un abrazo para mis órganos y es la manera en la que les agradezco todo lo que hacen por mí, además tiene muchísimos beneficios para la salud.

5.- Haz la cama: múltiples estudios demuestran que el hacer la cama en la mañana da una sensación de logro y fortalece nuestra autoestima. Además es muy bonito entrar a la habitación y que nos espere una cama tendida. Después de tender mi cama reviso mi celular. Veo los mensajes que me pudieron haber mandado y subo información en las redes sociales. Me preparo para el último punto que hago todas las mañanas de lunes a sábado.

6.- Mueve tu cuerpo: yo me ejercito en la mañana porque de esta forma no hay manera que mi cerebro me quiera convencer de “ estas muy ocupada para entrenar”. El primer paciente del día lo tengo a las 9 de la mañana por lo que a mí me gusta llegar a correr antes de que salga el sol. Una sensación de logro muy bonita para mí es ver el amanecer en la pista mientras corro. También dejo absolutamente todo preparado una noche antes; mis tennis, la ropa que voy a usar, mis audífonos, una toalla e inclusive los suplementos que tomo antes de hacer ejercicio. Ejercitarme al despertar es lo que más me sirve porque de lo contrario mi cabeza es extremadamente hábil y puede convencerse fácilmente de que mejor “empiece mañana”.

A pesar de que el paso 6 solo lo hago de lunes a sábado, los primeros 5 pasos los hago de lunes a domingo. Cuando estamos adoptando un nuevo hábito podemos hacerlo mucho más fácil si dejamos todo preparado con anticipación. Como lo comento en los puntos pertinentes, yo dejo todo preparado para no sabotearme en la mañana, ya que es muy fácil dejar de hacer estas cosas por el más mínimo pretexto. Una noche antes, me gusta pensar que estoy dejando todo listo para la Eva del mañana y que ella me lo va a agradecer y así es como sucede, en cuanto abro los ojos puedo irme beneficiando paso a paso de las cosas que dejé preparadas una noche antes, sintiéndome agradecida de haberlo hecho.

Me gusta mucho leer e investigar sobre los hábitos y la capacidad que tenemos para programar nuestro cerebro y que nos permita vivir la vida que en verdad queremos. Después de haber sido una persona a quien describían como “sedentaria” (definición que yo también me compré), decidí autodefinirme de forma que me sintiera empoderada.

Adoptando estos hábitos también me recuerdo a mí misma que puedo lograr todo lo que me proponga, aunque en un inicio me cueste trabajo. Pienso que el secreto está en la persistencia y justo hoy escuché esta gran frase con la que me gustaría cerrar el tema:

“Por suerte, la persistencia es un gran sustituto para el talento.”

– Steve Martin

Si te interesa leer las afirmaciones que menciono en el punto número dos, puedes encontrarme en Instagram como @eva_latapi y en Facebook como Eva Latapi. También hablo de estos y otros temas en mi podcast “Supéralo Por Favor” donde todos los miércoles subo un nuevo episodio que puedes escuchar en Spotify, Apple Podcast y Youtube.

De todos modos nos leemos el próximo viernes aquí, en mi blog, para otro artículo. 

Gracias por leerme.

No necesitas motivación para cumplir tus Metas

No necesitas motivación

Todos los años cuando el reloj da las 12:00 a.m. del primero de enero nos aborda la sensación de que tenemos una nueva oportunidad para empezar de cero. Sentimos que tenemos la capacidad de poder cumplir todas esas cosas que no hemos hecho años anteriores y nos proponemos resoluciones que lograremos junto con el nuevo año. Nos fijamos metas y empezamos con toda la motivación, sin embargo 45 días después del año nuevo, la mayoría dejamos a un lado aquellas metas que hace tan sólo unas semanas nos mantenían andando.

Las estadísticas arrojan que para la segunda semana de febrero, el 80% de las personas se habrán dado por vencidas en sus propósitos de año nuevo. 

La realidad es que nadie nos enseña a establecer metas ni nos explican todo el esfuerzo que hará nuestro cerebro para mantenernos en nuestra zona de confort y no lograrlas. Buscamos motivación, pero esta se va apagando como una vela conforme van pasando los días. El motivo que nos hizo empezar comienza a perder fuerza y los pretextos y excusas pesan cada día más. 

Es común escuchar que lo que nos hace lograr los objetivos es la “motivación”, y hasta hace poco eso creía yo, sin embargo aprendí que la motivación es efímera y hasta cierto punto me atrevo a decir que es convenenciera, se aparece cuando quiere y sin deberla ni temerla hay días que simplemente no hay manera de encontrarla. Es por eso que debemos depender de algo más constante para lograr todas las metas que nos propongamos y eso definitivamente no es la motivación, sino la disciplina.

Uno de los recursos que podemos usar a nuestro favor es lo que nos contamos en la cabeza. Con anterioridad he hablado de la importancia del diálogo interno y las afirmaciones positivas. Son las historias que nos repetimos mentalmente lo que nos va a definir y nos dará nuestra identidad, por eso debemos cuidar lo que nos decimos y cómo nos expresamos de nosotras y nosotros mismos. Las palabras tienen un peso inmenso y como decía Facundo Cabral –Nunca digas no puedo, ni siquiera en broma porque el inconsciente no tiene sentido del humor y te lo recordará cada vez que lo intentes. –  Así es que si quieres lograr tus metas comienza cuidando tus palabras.

Por otro lado, hay algunos puntos que pueden ayudarnos a hacer las metas más fácilmente alcanzables. Es importante que nuestras metas tengan ciertas características a las que George T. Doran llama SMART Goals (o metas SMART por sus acrónimos en inglés).

Specific / Específico: Tu objetivo debe ser claro, directo y tener un resultado tangible. En lugar de decir “Me gustaría empezar a correr”, cambialo por “Voy a entrenar 3 veces a la semana por 14 semanas para poder correr 10km en mayo”

Measurable / Medible: ¿Puedes darle seguimiento al progreso de tu meta? ¿Qué resultado estás buscando para determinar que estás en el camino del éxito? En lugar de decir “Aprobaré mis materias”, intenta “Asistiré a mis clases programadas y entregaré mis tareas a tiempo cada semana”.

Achievable / Alcanzable: Piensa en los recursos que tienes actualmente, tu horario y las demandas de tu vida. ¿Dónde puedes hacer cambios para introducir este nuevo objetivo? En lugar de decir: “Simplemente no tengo tiempo para hacer ejercicio”, intenta: “Puedo despertarme 40 minutos más temprano lunes, miércoles y viernes y correr por media hora”. 

Relevant / Relevante: ¿Este objetivo está relacionado con tus valores? ¿Te importa? ¿Es importante para ti a largo plazo? Comprométete con un objetivo que realmente te apasione. En lugar de decir, “Bueno, puedo empezar a andar en bici porque me resulta fácil”, intenta encontrar algo más relevante como, “La persona que me gustaría ser en el futuro corre maratones y sé que el primer paso para lograrlo es correr tres veces por semana ”.

Timely / Oportuno: Establece un plazo para el logro de tu meta, no para completarla lo antes posible, sino para mantener el enfoque, el ánimo y la motivación. En lugar de decir “Algún día correré un maratón”, cámbialo por “Me inscribí al maratón de París del 17 de octubre de 2021. Tengo 10 meses para prepararme “.

Te invito a revisar los propósitos que te has planteado para este nuevo año. ¿Tienen estas características? Deseo de todo corazón que logres todos tus objetivos de este año y de los siguientes, deseo que logres fortalecer la disciplina, mejores tu diálogo interno y puedas crear metas SMART.