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Si te llevó hacía ti, valió la pena

Por alguna razón buscamos nuestro valor o aquello que sentimos que nos hace falta, de forma externa. Buscamos aquello de lo que carecemos en los ojos de otras personas, en nuestros logros, en nuestras posesiones y las experiencias que vivimos. 

Hace un tiempo escuché una analogía que me pareció excelente y es muy apropiada para ejemplificar esto que les estoy compartiendo; imagina que estás justo a punto de salir de tu casa con las llaves del auto en mano y justo antes de salir las tiras por accidente e inmediatamente se va la luz en tu casa, haciéndote imposible encontrarlas. Las buscas entre la obscuridad sin éxito y cuando te asomas por la ventana puedes ver que el alumbrado público tiene luz por lo que decides salir a buscar tus llaves donde puedes ver. Después de unos minutos, un amable vecino te ve buscando tus llaves y se ofrece a ayudarte a buscarlas. Tras buscar sin éxito el vecino te pregunta –¿Dónde perdiste las llaves? –a lo que tú le respondes –Dentro de mi casa, pero se fue la luz por lo que decidí venir aquí afuera donde hay luz y buscarlas –. 

No es necesario explicar la respuesta del amable vecino tras esa respuesta y conducta tan ridícula, sin embargo nos sirve como una dramatización de aquello que hacemos cuando sentimos un vacío interno, intentamos buscar en nuestro exterior eso que sentimos que nos hace falta dentro. 

La razón por la que deseas lo que deseas; llámese una relación, un trabajo, una posesión, una vivencia; es porque crees que eso en particular te va a hacer sentir amor, paz, seguridad o felicidad. Es por eso que las deseas con tanta fuerza y cuando no las obtienes sientes un vacío aún más grande, e incluso una vez que logras obtener lo que deseas te das cuenta que ahora quieres algo más y eso que has logrado ha perdido el sabor. Esto sucede porque estás buscando obtener una sensación con cosas externas, cuando en realidad, las verdaderas sensaciones que llenan esos vacíos, únicamente tú puedes dartelas. No son las cosas o los sucesos como tal los que determinan cómo nos sentimos, sino las historias y la interpretación que le damos a aquello que vivimos.

Piensa en algo que deseaste con todo tu corazón y que pensabas que una vez que lo consiguieras tu vida se sentiría “completa”. Puede ser que se te venga a la cabeza algún puesto de trabajo, alguna posesión como un coche, tal vez esa relación que tanto anhelabas o la familia que siempre soñaste. Una vez que lo lograste, casi en automático deseaste algo más, permitiéndote disfrutarlo por solo escasos minutos, si es que no te quitaste el mérito o menospreciaste el logro con pensamientos como “esto es algo que cualquier persona hubiera logrado” o “no es tan especial después de todo”. 

A decir verdad, cualquier cosa que desees para sentir completitud no te dará la satisfacción que estás buscando si no logras primero tu propia entereza. El actor Jim Carrey, dijo en alguna ocasión que ojalá tuviéramos toda la fama y dinero desde un principio para darnos cuenta que eso no es lo que nos da la plenitud. 

Te invito que analices y respondas este ejercicio:

1.- Piensa en aquello que deseas con toda tu fuerza: puede ser una relación con esa persona específica, tener una familia, conseguir un puesto de trabajo, alguna posesión o un estilo de vida ¿qué es?

2.- Una vez que lo tengas identificado completa esta frase: Ahora que tengo en mi vida (lo que deseas tener), me siento (completa con la mayor cantidad de emociones, sensaciones o sentimientos que se te vengan a la cabeza).

3.- Ahora que lo has identificado, piensa en cuándo fue la última vez que deseaste algo que podía hacerte sentir de la misma forma. ¿Lo lograste? ¿Cumplió tus expectativas de sensación/emoción?

Recomiendo ampliamente proponernos objetivos y trabajar hacia ellos. Creo que el desafío está en intentar llenar vacíos o determinar nuestro valor en ellos.

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